sábado, 17 de diciembre de 2011

NOCHE BLANCA

Episodio 2: Atracción


Aquella noche había sido demasiado traumática para mí y aún podía ver el hermoso rostro de la atractiva vampiresa a la que había dado caza…
Mi nombre es Damian y soy el presidente de una organización que se dedica a investigar a los vampiros, al tiempo que los exterminamos. Nos hacemos llamar los Guardianes de Issar.
Obtuve el puesto de presidente tras la muerte de toda mi familia a manos de un despiadado vampiro y, aunque debería estar resentido, aún sigo conservando una mirada dulce.
Tengo el cabello moreno, corto y rizado. Mis ojos son de un color verdoso y tengo un cuerpo bien proporcionado.
He estado entrenando mi cuerpo y mi mente durante toda mi vida para cazar a los vampiros y llevo mis cuatrocientos años de vida buscando un vampiro cuyos genes sean puros y no transmutados, de acuerdo con la última voluntad de mi padre. En todo este tiempo, no he logrado encontrar ninguno. A veces me pregunto si realmente existe ese tipo de vampiro, o si tan solo fue fruto de la imaginación de mi padre.
Desde hace un par de siglos, sueño con la misma mujer. Tiene el cabello largo hasta la cintura y ondulado.
En el sueño siempre es de noche y, por alguna razón, siempre acabo matándola de muy diversas maneras. Cuando lo hago, mi alma se estremece, como si muriera al mismo tiempo.
Vivo en la casa que me dejaron mis padres, junto con Mark, un amigo de la infancia y su hermana Yolanda. Ambos son tan longevos como yo y, aunque no somos vampiros, realmente no sé si somos humanos, ya que nuestra esperanza de vida es superior a la de los humanos normales, quienes no pueden vivir más de cien años.
Además, nuestro ritmo de crecimiento es más lento. Ahora mismo, los tres tenemos el aspecto de un humano de veinte años. He intentado encontrar una explicación lógica para ello, pero sin éxito.
Yolanda, Mark y yo, somos los únicos que cazamos vampiros, pero nos estamos planteando la posibilidad de entrenar candidatos para la organización. A fin de cuentas, tenemos varias habitaciones que no se utilizan.
-¿Todavía sigues pensando en ello?
Mark entró en el despacho sonriente y tomó asiento frente al escritorio.
Mark era un poco más alto que yo. Se había dejado crecer el pelo y lo llevaba recogido con una goma. Era pelirrojo y tenía los ojos azules. Por el contrario, su hermana Yolanda, tenía el cabello rizado, de un color rubio ceniza y los ojos verdes. Todavía, después de tantos años juntos, seguía considerando la idea de que no fuesen hermanos de sangre.
-Todavía no me explico qué fue lo que me pasó.- Respondí ausente.
Sucedió durante la noche.
Habíamos localizado el paradero de tres merodeadores nocturnos, por lo que decidimos separarnos. Mark y su hermana fueron tras los dos que parecían ir en pareja y yo fui solo a cazar al que quedaba.
Se trataba de una mujer de más o menos veinte años, a punto de cumplir los doscientos, más o menos, y era muy, pero que muy rápida.
Durante los años, yo había estado ejercitando mi velocidad, aunque no lo necesitaba en realidad, por lo que me fue fácil darle alcance.
Al principio pareció sorprendida de verme pero, en cuanto se dio cuenta que yo blandía una estaca, se abalanzó sobre mí.
Absolutamente todos los vampiros con los que me había topado, eran despiadados, fríos, fuertes y rápidos, pero ella no.
Al primer embiste, cayó al suelo.
Tenía una oportunidad irrepetible, un trabajo rápido, de modo que me coloqué sobre ella y situé la estaca a la altura de su corazón.
Su comportamiento empezaba a mosquearme de verdad. Resultaba del todo inusual que un vampiro no se resistiera a ser asesinado pero, ella… parecía querer morir.
Estaba a punto de hundir la estaca, cuando algo en su mirada me detuvo. Por un momento, me quedé mirándola fijamente, dudando.
Tenía la extraña sensación de que ya nos habíamos visto antes, aunque era del todo improbable. Aquellos ojos negros tan intensos serían difíciles de olvidar y tenía la misma sensación que sentí en un sueño, acompañado por una hermosa mujer.
Ese sueño me atormentaba y tal vez fue por eso que me puse en pie y me alejé de ella a toda velocidad, dejando clavada la estaca en su hombro y regalándole un día más de asesinatos despiadados cargados de maldad.
-¿Me estás escuchando?- Habló Mark golpeando el escritorio y haciendo volar las solicitudes de los candidatos.
-Disculpa, estaba recordando.- Mark suspiró.
-Te preguntaba si ya habías escogido a los candidatos.
La pregunta me sorprendió. Había supuesto que continuaría preguntándome cosas de la pasada noche, pero no fue así. Había cambiado radicalmente de tema.
La elección de los candidatos era un tema difícil de solventar. Habíamos tomado como referencia las bases de datos de los dos institutos de la zona, pero de momento no había logrado encontrar a nadie que se ajustase al perfil requerido: buena formación física, discreto, abierto a nuevas ideas, dispuesto a casi cualquier cosa y preferiblemente huérfano.
-Ninguno me convence.- Admití. El rostro de Mark tornó en desapruebo, pero no insistió.
-Yo ya he registrado la organización como la Academia Issar, contigo como director, de modo que date prisa en elegir a los alumnos, ¿de acuerdo?
Mark ya estaba por salir del despacho cuando recordé el encargo que le había dado.
-A propósito, Mark, ¿has logrado averiguar algo de lo que te pedí?
-Nada de nada.- Respondió Mark regresando a su asiento.- En el registro me dijeron que no hay ninguna organización con ese nombre.
-Eso significa que no está registrada.- Susurré volviendo a mis expedientes.
-Entiendo tu frustración pero, ¿por qué te interesa tanto?
-Tengo algo pendiente con uno de sus miembros.- Respondí apartando la vista de los expedientes para fijar mis ojos en Mark.
-Veo que nuestra conversación ha terminado.
Mark volvió a levantarse y salió del despacho en un suspiro.
Lo bueno de Mark es que no me presiona. Confía en mí plenamente, pero no lo haría tanto si supiera lo que realmente pasó en el escaso tiempo que estuvimos separados.
Ocurrió hace unos cuantos años, cuando mis padres aún estaban vivos y yo todavía estaba aprendiendo a cazar vampiros.
Mi padre era un científico, respetado en la sociedad, que aparte de hacer trabajos de investigación, cazaba vampiros.
Por aquel entonces, yo sentía una gran fascinación por su trabajo, de modo que le pedí que me instruyese para poder acompañarle en sus noches de cacería.
Aprendí todo lo que pude sobre ellos, sobre cómo reconocerlos, cómo darles caza y cómo matarlos y, por fin, llegó mi debut.
Fui solo, sin compañía de mi padre y, a pesar de que era inexperto, logré localizar a uno. Se trataba de una mujer. Tenía el cabello largo, liso y de un color tan negro como el azabache. Sus ojos eran claros, verdes tal vez y…era hermosa, muy hermosa.
Yo estaba preparado, con la estaca en la mano, cuando ella me arrinconó contra una pared y me hizo soltar el arma. En ese momento, creí que iba a morir, que todo había terminado para mí, pero me sorprendió totalmente.
En lugar de derramar mi sangre, ella utilizó mi cuerpo. Yo era inexperto y…realmente imbécil por sucumbir a tal deseo pero, lamentablemente, lo hice.
Todavía recuerdo su malvada risa y su desdén, cuando me clavó mi propia estaca y se marchó de allí. Y aún recuerdo la vergüenza que sentí al regresar a casa lleno de sangre y contarles a mis padres lo sucedido.
Desde ese momento me juré a mí mismo que jamás volvería a pasar aquello y que la encontraría y le haría pagar con la misma moneda.

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